• noviembre 21, 2024

Islas Falklands y South Georgia Diecisiete Días en los Confines del Mundo

By Forasteras

 

Todo comenzó en Punta Arenas, ciudad del extremo sur de Chile. El viento helado, cargado de historias, traía consigo promesas de exploración. Ahí, frente a las frías aguas del Estrecho de Magallanes, abordamos el Magellan Explorer, un barco fuerte y elegante, que combinaba la funcionalidad de un navío polar con la calidez de lo que sería nuestro hogar durante 17 días. A bordo nos recibió un equipo de guías expertos – ornitólogos, glaciólogos, fotógrafos y naturalistas – que nos dieron la bienvenida con una mezcla entre profesionalismo y entusiasmo, como si también fuera su primera vez en estas tierras. El espíritu aventurero estuvo presente en el ambiente desde el primer momento.

Las Islas Falklands, ubicadas en el Atlántico Sur, a unos 500 kilómetros de la costa de Argentina, fueron nuestra primera parada, un territorio donde la naturaleza manda con mano firme, mostrando un paisaje salvaje de planicies abiertas, eternamente barridas por el viento y playas frías donde las olas chocan con fuerza. Aquí, el clima es impredecible y las ráfagas de aire helado parecen querer recordarnos que estamos de visita en un mundo ajeno, donde los animales y el entorno viven según sus propias reglas, prácticamente ajenos a la presencia hum

 

También conocidas como Islas Malvinas, tienen una historia compleja y disputada. Descubiertas por exploradores europeos en el siglo XVI, han sido reclamadas por distintas naciones a lo largo de los siglos, entre ellas Francia, España, el Reino Unido y Argentina. Su posición estratégica en el Atlántico Sur las convirtió en un punto de interés geopolítico. En 1982, el conflicto entre Argentina y el Reino Unido, culminó en una guerra corta pero intensa. Hoy en día, las Falklands son territorio británico de ultramar, con una comunidad pequeña pero resiliente, que ha aprendido a coexistir con las condiciones extremas del clima.

 

Al llegar, el Magellan Explorer nos dejó en sus costas, azotadas por un viento incansable. El paisaje era sobrecogedor: pingüinos curiosos nos saludaban desde las playas y en cada desembarco nos encontrábamos de cerca con la vida salvaje en su estado más puro. Los guías nos enseñaban sobre las especies y compartían historias de cómo estos animales se han adaptado a condiciones extremas. Con cada paso, sentíamos la emoción de quien pisa tierras desconocidas por primera vez y sabe que se encuentra frente a algo muy especial. Las Falklands fueron el preludio perfecto, preparándonos para las sorpresas mayores que el viaje aún nos traería.

 

A medida que nos alejábamos de estas islas, el Magellan Explorer se adentraba en las aguas del Atlántico Sur y más adelante, en el imponente Mar de Scotia, conocido por su carácter indomable que envolvía el barco y nos recordaba lo aisladas que estábamos en uno de los lugares más remotos del planeta. El constante vaivén de las olas y la extensión casi infinita del océano, creaban una atmósfera de introspección, como si el mar invitara a la reflexión. A bordo, las actividades ofrecían opciones para cada estado de ánimo: algunos se dejaban llevar en el salón panorámico observando la línea interminable del horizonte, mientras otros preferían el cobijo de la biblioteca, perdiéndose entre páginas de historias de exploradores. Y, por supuesto, siempre estaba la posibilidad de asistir a las charlas de los guías, quienes compartían su conocimiento sobre los desafíos y misterios de la vida en estos océanos salvajes.

 

Después de un par de días navegando, divisamos South Georgia, una joya helada en medio del Atlántico sur. Al desembarcar, la sensación fue abrumadora: montañas cubiertas de nieve, glaciares que casi se juntaban con el mar y playas repletas de vida salvaje. Los elefantes marinos descansaban en la arena, inmensos y casi indiferentes, mientras que los pingüinos rey, con su elegante plumaje amarillo, blanco y negro, descansaban en grupos, ocupados en sus asuntos diarios.

 

South Georgia nos ofreció algunos de los momentos más intensos de la expedición. Los días se llenaban de exlpracciones a pie y en zodiac, y cada parada nos regalaba una nueva perspectiva de esta tierra indómita y espectacular. Uno de los momentos más emotivos fue en Grytviken, donde visitamos la tumba de Ernest Shackleton, el legendario explorador antártico. Los guías nos contaron historias de sus expediciones con una pasión que parecía invocar el espíritu del propio Shackleton. De pie frente a su tumba, rodeada de montañas y del silencio, nos sentimos parte de una historia de perseverancia y valentía, un recuerdo que llevaríamos mucho después de que el viaje hubiera terminado.

 

Luego de algunos días en este lugar, emprendimos el regreso, navegando a través de las mismas aguas. Cada uno de nosotros procesaba las experiencias vividas. Las noches en el salón, entre charlas y alguno que otro brindis, se convirtieron en el momento perfecto para compartir impresiones y revivir las aventuras.

Los últimos días se sintieron como la despedida lenta de un hogar temporal. El barco dejó de ser un medio de transporte y pasó a ser una extensión de nuestras experiencias, y el staff, los pasajeros y guías, una familia provisoria. Desde el primero hasta el último día, se creó una comunidad de viajeros unidos por la aventura y el respeto hacia uno de los entornos más desafiantes y hermosos del planeta.Al llegar a Punta Arenas, cada uno de nosotros llevaba consigo mucho más que fotos y anécdotas.  Logramos una conexión con el fin del mundo, un rincón que pocos tienen el privilegio de conocer. La aventura que vivimos  durante 17 días quedará en nuestra memoria como una de las experiencias más impactantes y transformadoras.

AdminPelle

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