PELUQUERÍA FRANCESA Y BOULEVARD LAVAUD: LA TRADICIÓN DEL BARRIO YUNGAY NUNCA MUERE
Por María Alejandra Troncoso
Contenido destacado: “En el caso de las viñas chicas, tenemos que especializarnos y aumentar nuestra calidad”.
Reconocida por su etiqueta, un dibujo a mano del artista chileno, Claudio Bravo, es la Viña Laura Hartwig, creada por Laura Bisquertt y su marido, Alejandro Hartwig C., y que hoy es liderada por sus hijos, Cristián, Cecilia y Alejandro, a cargo del campo y de mantener el sello original, producir vinos con los principios que sus padres les inculcaron: dedicación y calidad.
La viña se comenzó a plantar entre 1977 y 1978 con cepas bordelesas. “Vendíamos una uva de alta calidad a grandes viñas”, explica Alejandro Hartwig. “Luego decidimos elaborar y embotellar nuestros propios vinos. Fue un período de aprendizaje, bastante arriesgado y voluntarioso. En 1994 se construyó la bodega y recién en 1995 lanzamos nuestro primer vino, Cabernet Sauvignon Reserva Laura Hartwig”. Desde entonces, han ido aumentado la superficie plantada, su variedad, así como las actividades que los visitantes pueden disfrutar.
Cuando decidieron producir sus vinos, explica, querían resguardar la calidad en cada paso de la vinificación. Por eso en 1994 construyeron su bodega con 140 mil litros de capacidad que rápidamente aumentaron a 390.000, “con un trabajo que permite cuidar las uvas durante todo el proceso enológico”.
¿Cuál es el sello Laura Hartwig y porqué creen se han convertido en la viña reconocida que son hoy?
El origen de la viña fue hacer vinos para disfrutar. Lo importante no está en el volumen. Partimos con un concepto de calidad que responde a un aspecto romántico, el proyecto de jubilación de mi papá, que tenía la idea de producir vinos de calidad como hobby, en el terruño que teníamos. Irrumpimos con una uva de gran calidad y apuntamos a tiendas más pequeñas, especializadas, a personas. Eso es lo que somos, nos representa y nos da el sello, complementado con la etiqueta que tiene un origen personal, un dibujo de mi mamá que le hizo Claudio Bravo cuando vivíamos en Concepción y el artista era joven y dibujaba retratos de personas. Mi mama sirvió como incentivo. Ella fue muy aficionada a la gastronomía y los vinos eran complementarios para las reuniones en familia y con amigos.
Después de 25 años, mi hermano mayor Cristián, uno de los fundadores de la Viña Montgras, me llevó a trabajar con ellos. En esa época en Colchagua no había hoteles, y los socios de la viña se quedaban en mi casa. Uno de ellos fue Donald Hess, empresario del vino y un referente en California. Le preguntamos sobre el desafío que teníamos con nuestros vinos y la etiqueta que debían tener. Nos dijo, “el retrato es lo que tienen que usar”, en relación al cuadro de mi mamá exhibido en la casa. De ahí surgió un cabernet elegante, un proyecto familiar inspirado en el retrato.
La evolución ha sido muy de la mano de prueba y error y de conocer nuestros terrenos. La industria en Chile persigue, muchas veces, la última zona, a la costa, al sur, al Elqui, para encontrar un producto que destaque. Pienso que falta conocer más nuestros terrenos, las variedades que se pueden potenciar y las formas de cultivar esos terrenos. Hemos dado calidad a la uva, administramos el detalle, cultivamos bien nuestro terruño y buscamos sacar la mejor calidad del fruto.
“Somos socios fundadores de viñas de Colchagua. Contamos con atributos increíbles para los visitantes extranjeros. El clima, la arquitectura tradicional de la zona, artesanía, lo huaso. Tratamos que los visitantes tengan una experiencia de vida de campo con degustaciones, tour personalizados. Nada con horarios para dar respuesta en función a los requerimientos de nuestros visitantes. Sentarse bajo un árbol en un atardecer… Esa es la filosofía de nuestro servicio turístico, que las personas vivan el campo en la zona central de Chile y estar con los que hacen el vino”, cierra Alejandro Hartwig.
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@laura_hartwig