PELUQUERÍA FRANCESA Y BOULEVARD LAVAUD: LA TRADICIÓN DEL BARRIO YUNGAY NUNCA MUERE
Daniel Greve lleva años perfeccionando lo que ha convertido en su oficio, su gusto por la comida, el vino y otros sabores y que ha combinado perfectamente con su profesión de periodista.
Son más de 23 años en que ha realizado una gran variedad de proyectos, que, claramente, han alegrado su vida y eso lo refleja en su mirada, en sus relatos y en su sonrisa amable y amigable. Y así se ha podido ver en programas de TV como Mosto del 13 cable o en el canal Gourmet argentino, en revistas como UVA y en pandemia, en su canal de Youtube, donde habla de tapas y vinos. Hoy es reconocido no sólo en Chile, también en el extranjero y así lo pueden confirmar prestigiosos chefs de la escena mundial, como los hermanos Roca, de El Celler de Can Roca.
Con su empresa Emporio Creativo, edita libros y realiza eventos asociados a la cocina, entre otros. Como Chairman regional de los World’s 50 Best Restaurants, recorre el mundo probando nuevas preparaciones.
Su agenda no para. Recientemente acaba de abrir Black Bar, en el Monticello, donde ha volcado toda su creatividad y conocimiento. Es su propio espacio para dar rienda suelta a un concepto de bar, uniendo una gran gastronomía y alta coctelería, con excelentes materias primas y destilados de distintas partes del mundo. Prontamente, nos confidencia, abrirá un área exclusiva para quienes gustan del whisky.
¿Cuál es el origen del Black Bar de Daniel Greve?
Surge de Monticello, que quería renovar su oferta. Entonces se modernizaron en cuanto a imagen y abrieron un área nueva, signature, con restaurantes firmados por alguien que avala el proyecto. Eran cinco espacios y uno de ellos es nuestro BlackBar. Son 600 metros cuadrados, distribuidos en dos pisos, que diseñamos cuidadosamente con muchas referencias como el Atlas de Singapur. Para su estética negra y dorada nos inspiramos en el Gran Gatsby, y otros detalle, en la película Ojos, bien cerrados como sectores privados, pasarela, entre otros.
Un gran atributo de Black Bar es que es atendido por su propio dueño. Y si no está de viaje, Daniel Greve será su anfitrión, recorriendo el lugar, acercándose a las mesas, algo que claramente, disfruta mucho. “Tenemos mucho servicio en mesa, por eso me gusta mi pega y me meto harto, me paseo por las mesas, ayudo en la elección. Tenemos algunas acciones como Fidelo. que generan un efecto contagio hacia las otras mesas. El mozo venda los ojos y el cliente tiene que adivinar con la degustación, al menos tres ingredientes y sorpresa… También tenemos una maestra ronera de Guatemala, que es la única mujer en Chile. Y no puede faltar la piscola premium”.
Y su relato sigue, como un niño en Navidad, nos cuenta más detalles, esta vez de la cristalería de Black Bar. “Tenemos vasos tallados, vasos de cobre de la República del Cobre, vasos negros donde sólo se distingue un líquido. Son muchas las sorpresas mezcladas con música fuerte, black music, música de los 60 y 70, música negra contemporánea, un excelente playlist, que se combina con Dj”.
Su gusto por la cocina surge de la tradición gastronómica de su abuela. “Visualizo a mi nona con su delantal burdeo con borde terracota. Cocinaba todo el día en su departamento en El Golf, que tenía espacios amplios, pero una cocina enana. Cabía una persona y media, ella y yo de niño, que era su pinche de cocina. Por eso siempre cociné sin receta. Desde muy chico me inculcó un estilo intuitivo, ella olía, tocaba, probaba. Cocinaba espectacular. Y mi papá, era muy de vino, de pichunchos. El vino tinto siempre lo vi en la mesa. El domingo era un día de empanada y vino. En verano agregaban una ensalada y en invierno, una crema o sopa.
Una combinación perfecta
Al recordar sus inicios, nos cuenta que mientras hacía la práctica en El Mercurio, en reportajes, su editor le da el tema restoranes étnicos. “En la práctica no opinas, tomas los temas que te dan. Era el verano de 1999, ningún periodista se interesaba en escribir sobre cocina, y como nadie tomó, dije, si no lo tomo yo… ahora o nunca. Y por primera vez levanté la mano para tomar un tema”, recuerda. Y de ahí, el resto, como se dice, es historia. “Luego me llamaron de El Mostrador que abrió una sección de ocio, que quería inaugurar conmigo. Era un período con mucha noticia política. Era el único periodista gastronómico, la diferencia estaba en la pluma, el tono, la forma de abordarlo”. Lleva más de dos décadas escribiendo sobre cocina, vinos, destilados. “Cuando te metes, no te sales. One way ticket”.
Pero no todo ha sido trabajo, también hay una cuota de “suerte” como destaca Greve. “En 2002, Pato Tapia, que me formó, se fue a Nueva York y me dejó a cargo de Planeta Vino, donde trabajé con Alejandro Farías y el sommelier, Héctor Vergara. Todos muy generosos, que compartieron su conocimiento, profesión, oficio y gusto, conmigo”. Lo que lo llevaron a embarcarse también en proyectos empresariales. “Con unos amigos creamos COBE, que era canal y revista. Era un proyecto caro, y muy ambicioso en términos de recursos gráficos, tenía un gran diseño. Lo hicimos muy a pulso, pero nunca fue un negocio”, recuerda.
Al finalizar, destaca que todo está siempre en constante evolución. “Hoy hay mucho más atención a la cocina, la coctelería, fenómeno que se replica con el vino”, y por eso, Greve siempre está innovando.
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