PELUQUERÍA FRANCESA Y BOULEVARD LAVAUD: LA TRADICIÓN DEL BARRIO YUNGAY NUNCA MUERE
Por Doris Cancino
“He vivido todas las etapas en la lucha por reivindicar los derechos de la mujer. Pero ahora, si me da el tiempo, creo que me pondré a luchar por los hombres”.
“Si tuviera que definir mi estilo, solo podría decir que no soy abstracta.”
“Desde la cuna me pusieron un pincel en vez de chupete. Crecí entre pinceles. Siempre existió un taller de pintura en casa, donde mi mamá y tía pintaban y mi abuela lo hacía a escondidas. El arte era parte de mi vida”. Así nos relata sus inicios, la destacada pintora Carmen Aldunate.
Al entrar en su casa, nos sumergimos en historias y recuerdos. Con una vida llena de altos y bajos, su talento y esfuerzo es algo digno de admirar. Ser mujer artista no era fácil, y hoy nos cuenta parte de su historia. “Mi abuela vivió en una época donde era mal visto pintar. En esos años si eran bailarinas o pintoras se les consideraba mujeres de la vida y no podían salir a la luz pública. Incluso hasta el día de hoy en Inglaterra es mal visto salir en el diario, es falta de clase. Imaginar que hace 100 años atrás una señora pintara, era algo muy extraño”.
Sin embargo, ella ha destacado desde siempre y por eso hoy observa con cierta preocupación el rol de la mujer en la sociedad. “Encuentro que las cosas deben tener un equilibrio. Pasé muchos años reclamando para que se nos tomara en cuenta. No obstante, esa igualdad absoluta me parece absurda. La paridad tiene que ser en intelecto no en género, que nos pongan para completar la cuota, no me parece. Se les está pasando un poco la mano. Podrían ser todas mujeres, si son todas buenas. “He vivido todas las etapas en la lucha por reivindicar los derechos de la mujer. El hecho de no poder decir o hacer ciertas cosas. La parte social y políticamente correcta me la salté toda, la masacré en el fondo. Justamente, porque pensaba que teníamos derecho a más cosas, a decir, a rebelarnos y a estar a la altura. Esa batalla la di también, pero ahora, si me da el tiempo, creo que me pondré a luchar por los hombres”, sonríe.
En sus obras observamos mujeres. Algunas de ellas parecen amarradas o con la sensación de dolor que traspasa al espectador, Carmen nos comenta que existe una intencionalidad en esa provocación, la cual está ligada al sentirse mucho tiempo perjudicada por ser mujer. “Ahora no tendría por qué ser así, siento que se me ha pasado. Me cuesta explicarlo, pero hubo una época donde lo pasé pésimo, porque rompí todos los cánones. Me juzgaban o criticaban por decir lo que pasaba por mi cabeza. Después me crucificaron por quedar embarazada sin estar casada, pero no me importó. En cambio, ahora eso sería normal, pero hace 50 años, era terrible. Trabajé por la anticoncepción, porque también era pecado. Dejé de ir a misa, porque no consideraba que estuviera mal lo que hacía y sentí mucha rabia. Me salí del colegio antes de terminar… hice todas las tonterías que se pudieron hacer”.
A pesar de todas las adversidades, confiesa que no se arrepiente de nada, “los resultados fueron buenos, tengo dos hijas maravillosas. María José es una destacada pintora y Antonia es abogada, a ella le gustaba mucho la pintura, pero el papá quería que estudiara leyes. Se daba mucho eso también, porque a los hombres les gustaban las carreras tradicionales”.
Sin encasillar
Se le ha considerado dentro de un grupo de artistas orientados a la Nueva Figuración. Sin embargo, es clara en no querer ser reducida a ningún estilo. “Me interesaba mucho más el dibujo, en una época donde estaban todos haciendo arte abstracto. Yo quería dibujar y el encasillamiento no me llevaba a nada. Si tuviera que definir mi estilo, solo podría decir que no soy abstracta. Del resto, absolutamente nada. Recuerdo cuando estaba por entrar a la escuela de arte y Mario Carreño me dice: ¿Le gusta el arte abstracto señorita Aldunate? En esa época tenía como 17 o 18 años y le digo: no lo entiendo. Me miró y dijo: ¿le gustan las ostras? ¡Sí! le respondo, ¡me encantan! y me pregunta: ¿las entiende? Fue una lección de por vida”.
Y su relato continúa. “No es necesario entender todo, porque un cuadro no es explicable. Cada uno de nosotros verá algo totalmente distinto. La obra es de la persona que se la lleva, de ahí en adelante será su interpretación. La pintura se siente, al igual que la música… no se entienden. Por eso a veces atrae un lienzo blanco con un punto negro y tú dices: ¡quiero estar ahí! Entonces te está diciendo algo. No lo tienes por qué comprender necesariamente, pero te provoca. No busquemos respuestas y justificación a todo. Sería muy poco mágico si así fuera. Resulta difícil hablar de arte sin tener reminiscencias de otros artistas o épocas. Estamos todos caminando sobre las mismas huellas que nos dejaron y tratamos de hacerlas a nuestra manera, no creo que se nazca de la nada. Obviamente mis referentes son mucho más renacentistas, pero sí, tengo un pintor favorito, Rufino Tamayo. No tiene nada que ver con mi pintura, me encantaría poder pintar así. Su sencillez es justamente lo opuesto a mí, que busco más el detalle”.
Por lo mismo, Carmen no cree en la inspiración “son 100 horas de sudor como decía alguien por ahí. Si tuviera que decir algo sobre lo que me lleva a pintar, sería nostalgia y tristeza, con ellas te encuentras más a flor de piel. Y podría afirmar que la felicidad son mis hijas, el silencio y la soledad. Curiosamente con esta última se pinta mejor”.
Destaca que con esfuerzo y perseverancia se pueden lograr grandes cosas, pues “en pintura no es el oficio lo que importa, no metan a los niños a clase, ellos saben pintar, tiene una cosa fresca y linda. Pero les ponen reglas, un papel chico y la embarran. Hay que tener papel de envolver, plumones y cosas para pegar, que hagan lo que se les antoje. Esa es una de las lecciones que dio Picasso, cuando una señora se acerca y le dice: ¡mi nieto pinta lo mismo que usted! y él le responde: imagínese la gracia, ¡tengo 80 años y puedo pintar como un niño!”, sonríe y sigue. “Por eso les aconsejo que, si van a pintar por el gusto de hacerlo bien, por lo bonito, pero no tienen nada que decir o alguna pasión mejor no lo hagan. Si tienen algo que expresar y les sale pésimo, no importa… sigan”.
Sin Corazas
Así se titula su libro biográfico lanzado el año 2020, escrito por la historiadora Patricia Arancibia Clavel, quien le sugirió a Carmen realizar un conversatorio dada la gran amistad y admiración que las une. “Me encantan las cosas que hace, nos juntábamos todas las semanas a tomar un trago, conversábamos de lo divino y de lo no tanto… y salió esto. No estaba planificado, sacó mucha más información de la que me acordaba. Quería saber de mi vida y mis comienzos, entre otras cosas. Tiene mucho de historia de los años veinte, pues le interesaba remontarse a ese tiempo. Principalmente, historias de mi familia o anécdotas. Me gustó porque me hizo recordar tantas cosas, fue lindo. Es un libro que va más a mi esencia”.
La conversa se extiende y mezcla su historia con lo que estamos viviendo hoy. Sorpresivamente, nos cuenta que la Pandemia no fue algo que le afectara su modo de vida. “Hace 60 años que estoy encerrada, no me di cuenta. Salvo que llegaba gente con mascarilla a comprar, pero trato de no salir nunca. A raíz de todo este encierro realicé una serie de pinturas llamadas COVID. Me entretuve porque me puse a estudiar científicamente sus síntomas. Intenté meterme en lo que estaba pasando en la cabeza de la gente, cómo se podía transformar la mente con un virus. Me gustó mucho”.
Una de las cosas de las que disfruta mucho es la lectura. Los audiolibros más que nada, porque los escucha mientras pinta. Nos confiesa que leer le es difícil y que ha sido un gran problema en su vida “hace 30 años perdí la visión de mi ojo izquierdo por una enfermedad de la mácula y el otro me está fallando. Tuve la suerte que hicieron una serie de ensayos conmigo en Inglaterra, debí autorizar la operación mediante la firma de varios papeles, ya que podía quedar ciega. Se mejoró por un buen tiempo y aunque no pueda ver, me entra luz por los alrededores. Incluso tuve que tomar clases para educar y ver con un ojo solamente. No obstante, a pesar de todas las terapias igualmente cuesta, porque la pintura lo es todo para mí”.
¿Sientes que en Chile se te ha valorado como artista?
No ha sido fácil, por suerte una de las cosas que no tengo es envidia o sensación de ser atacada. Pero me molesta que se me trate muchas veces de vieja pituca. Me las he batido siempre. He tenido muchos trabajos en la vida, de lavandera, cuidadora de niños, planchadora, lo he hecho todo. No soy rica ni mucho menos, pero para algunos soy una especie de princesa intocable y eso me molesta porque los quiero mucho, (me refiero a la gente de izquierda en general). Mis mejores amigos son siempre de esa tendencia y los que me atacan también. Cuando han querido premiarme, el cuestionamiento es sí soy de derecha o cuica. Son cosas tan irracionales para mi gusto, no hay un fundamento.
La juventud cree que me baño en cristales, por el contrario, trabajo día y noche. No fue fácil vivir en una sociedad así, pero logré cortar muchas barreras. La principal fue cuando me echaron de la Universidad Católica y entré a la Universidad de Chile. Me miraron mal porque era rubia y de ojos azules, pero pude sobrellevarlo ¿cómo? haciéndome íntima amiga de todos.
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Instagram: @carmen_aldunate